Frase utilizada por un (re)vendedor
de boletos a la salida del palacio de Bellas Artes.
La usaba (según lo que entendí) para hacer
evidente que la gente entraba al Palacio
pero no quería acudir a ningún espectáculo
dentro del recinto. En realidad solo era una muestra
la frustación que lo invadía al no lograr
la (re)venta de un sólo boleto.
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